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La Batalla de Covadonga

La batalla de Covadonga tuvo lugar el 28 de mayo del año 722 en Covadonga, una parroquia de Asturias, España. Enfrentó al ejército cristiano de Don Pelayo y al ejército musulmán de Al Qama. Está considerada como el inicio oficial de la Reconquista que finalizaría el 2 de enero de 1492 con la toma de Granada por los Reyes Católicos.

Los antecedentes de la batalla de Covadonga

El norte de la Península Ibérica se regía entonces por un bereber llamado Munuza que se había establecido en Gijón como valí o gobernador.

La rebelión de Don Pelayo
En el año 718, un grupo de dirigentes astures encabezados por Don Pelayo, considerado el fundador del Reino de Asturias, se rebelaron y decidieron que no seguirían pagando los tributos debidos a Munuza, el jaray y el yizia.

Estos impuestos gravaban a los hombres que no fueran musulmanes y también a las tierras que poseían y el hecho de pagarlos les identificaba como vasallos de los musulmanes por lo que negarse a pagarlos era algo muy simbólico.

Munuza encargó a las tropas árabes del lugar que se ocuparan de castigar a los rebeldes pero a pesar de todo, pidió que fueran enviados algunos refuerzos desde Córdoba.

Pelayo fue detenido y enviado a Córdoba pero logró escapar y en el año 722 regresó a Asturias, donde organizó su segunda sublevación oculto en las montañas instando a los astures a levantarse contra los opresores musulmanes que habían invadido sus tierras.

Pelayo, caudillo de Asturias
A su llegada a Cangas de Onís se encontró con una reunión de mandatarios y duques visigodos, un concilium, y fue allí donde aprovechó para insuflar en ellos las ansias por liberarse del yugo musulmán.

Seguramente en ese momento fuera designado como jefe militar de las escasas tropas astures; aunque algunos autores dicen que fue nombrado rey, no parece demasiado probable.

Desde el punto de vista musulmán no se le dio demasiada importancia a este nuevo foco rebelde del norte peninsular, quizá porque los musulmanes tenían las vistas puestas en el Reino Franco para seguir su expansión, pese a lo cual se envió al general Al Qama al mando de tropas sarracenas para subir la moral de sus hombres.

Aunque el ejército de Al Qama no alcanzaba la suma de 180.000 soldados que en su día estimaron las crónicas cristianas (los historiadores creen que serían más bien unos 20.000), seguía siendo más numeroso que el que seguía a Don Pelayo, de apenas unos 300 hombres.

Conocedor de su inferioridad numérica, Don Pelayo decidió que esperarían a las tropas musulmanas ocultos en la cueva de Covadonga, en aquellos tiempos Cova Dominica, en el valle de Cangas de los Picos de Europa que no tenía salida debido a la presencia del monte Auseva.

Esta cueva, además, tenía una salida alternativa por la gruta de Orandi, secreto que, siempre según la leyenda, un ermitaño confió a Don Pelayo.

En un terreno como aquél, un ejército demasiado grande carecería de libertad de movimientos para poder desplegarse y organizar una buena ofensiva.

La traición de Oppas
Sin embargo, antes de la batalla, fue enviado a parlamentar Oppas, el arzobispo de Sevilla y hermano del difunto rey Witiza que había facilitado el acceso de los musulmanes a la Península Ibérica traicionando a los visigodos en un intento de conseguir el trono.

Oppas insistió en que el conflicto era innecesario y en que los musulmanes habían traído muchas cosas de las que se podían beneficiar. Los astures no quisieron escucharle y tuvo que escuchar toda una ristra de recriminaciones por parte de Pelayo, quien no dudó en echarle en cara su falta de lealtad y su imperdonable traición a la fe cristiana.

La batalla de Covadonga comienza

Fue en aquel estrecho paso donde se dio el enfrentamiento entre las tropas de Don Pelayo y las de Al Qama.

En realidad y al margen de las crónicas tanto cristianas como musulmanas, se desconoce realmente cuál fue la auténtica dimensión de la batalla de Covadonga.

¿Fue realmente una batalla o simplemente una escaramuza de poca importancia? Incluso hay historiadores que dudan de que realmente se produjera. Seguramente se trató de una batalla a base de emboscadas y retiradas por parte del ejército astur, buen conocedor de aquel terreno y además expertos en el manejo del arco.

Los cristianos podían ocultarse y apostarse en los mejores sitios para lanzar flechas a los desconcertados musulmanes que, además de no conocer el terreno, no sabían moverse por las montañas y tampoco recibían instrucciones claras por parte de Al Qama.

Fuera lo que fuera, el resultado sí está claro: las tropas de Al Qama fueron diezmadas y Munuza tuvo que huir de Gijón, dejando el norte peninsular en manos de los «asnos salvajes», pues así denominaban las crónicas musulmanas a los cristianos de aquella zona.

El gobernador Munuza y aquellos que le eran afines trataron de huir a zona musulmana pero no pudieron hacerlo ya que fueron emboscados por un centenar de hombres enviados por Pelayo que acabaron con sus vidas.

Estos hombres se habían atrincherado en la cueva de Covadonga y desde allí lanzaron su ataque en el que también cayó el general musulmán Al Qama.

Los soldados sarracenos que le habían acompañado hasta allí cayeron bajo un desprendimiento de tierras que seguramente fue provocado por las fuerzas de Don Pelayo aunque las crónicas lo atribuyen a una intervención divina.

El milagro de la batalla de Covadonga

Existe una leyenda acerca de un hecho prodigioso que sucedió en plena batalla de Covadonga. En un momento dado, los cielos se abrieron y apareció una cruz que Pelayo imitó usando dos ramas de roble que recogió del suelo.

Los levantó por encima de su cabeza, en dirección a los musulmanes que trataban de luchar contra los cristianos, y en ese instantes cayó sobre ellos una tormenta de piedras.

Se dice que la Virgen María, a quien estaba dedicada la Cova Dominica y antes de ella, seguramente a alguna divinidad astur, ayudó a los cristianos de Pelayo a vencer a los herejes musulmanes.

Hay otra versión de la historia según la cual cuando Pelayo levantó la cruz hecha con ramas de roble, Al Qama cayó fulminado, lo que hizo que los musulmanes huyeran aterrorizados.

Una vez vencidos éstos, dentro de la cueva se vio el resplandor de la corona de la Virgen María. Esta cruz es la que aparece actualmente en el escudo del Principado de Asturias.

Otro milagro que se atribuye a la Virgen María es el hecho de que cuando los soldados de Al Qama lanzaban piedras y otros proyectiles hacia la cueva en la que se ocultaban los astures, éstos se volvían contra ellos.

Seguramente la razón para que sucediera eso fuera la propia pendiente del barranco que asciende hasta el lugar en el que se abre la boca de la cueva, que pasaba prácticamente inadvertida para los musulmanes.

Los protagonistas de la batalla de Covadonga

Don Pelayo

Los orígenes de Don Pelayo no están demasiado claros ya que las fuentes y crónicas no parecen ponerse de acuerdo al respecto.

Por lo general, la teoría más plausible es que se tratara de un noble visigodo que descendería directamente del linaje de Chindasvinto, tal como dice la Crónica de Alfonso III.

La crónica de Alfonso XIII
Siguiendo este texto, Pelayo tuvo que huir de Toledo ya que el rey Witiza (700-710) había asesinado a su padre a causa de una mujer o al menos así lo cuenta la Crónica Albeldense que califica al padre de Pelayo, Favila, como dux Asturiensis, esto es, duque de Asturias.

Pelayo llegaría hasta Jerusalén, donde permanecería hasta la muerte del rey Witiza y el ascenso al trono del rey Rodrigo, del que era partidario.

Pelayo pasó a formar parte de la guardia del rey y participó en la batalla de Guadalete (Cádiz, 711), refugiándose después en Toledo (llevando consigo el Arca de la Alianza que luego escondió cerca de Oviedo según la leyenda) y regresando a Asturias cuando cayó la ciudad en el año 714.

En ese momento, Muza ya había entrado con sus tropas en Asturias y tomado Gijón mientras las grandes familias cristianas se rendían. Años después, Pelayo organizaría su primera sublevación, que fracasaría, y tras su regreso a Asturias, lideró la rebelión que lograría expulsar a los musulmanes de Asturias.

Existen aún algunas discusiones en torno a la figura de Don Pelayo ya que a muchos especialistas les resulta inverosímil que los astures aceptaran como líder a un noble visigodo procedente de Toledo cuando apenas un par de décadas atrás los godos y los astures habían estado enfrentados.

El hecho de que se tuviera un nombre derivado del latín y no del germánico, como era normal entre los godos, hace pensar que realmente su origen era hispanorromano.

De cualquier modo, tanto los cristianos como los musulmanes inciden en que era un persona profundamente vinculado a Asturias.

Munuza

Munuza era un bereber musulmán que participó en la ocupación del reino visigodo del año 711 acompañando a Musa Ibn Nusar desde Zaragoza hasta Lugo pasando por Asturias.

En el año 714, Munuza se convierte en valí -gobernador- de tercio noroccidental de Hispania cuando Musa es llamado a Damasco.

Según la leyenda, Munuza se encaprichó de Ermesinda, la hermana de Pelayo, y eso desencadenó el conflicto que se resolvería en la batalla de Covadonga y supondría la expulsión de los musulmanes de Asturias.

De hecho, en esta versión Munuza muere a manos de Pelayo cuando éste se entera de que se ha casado con su hermana mientras él actuaba como parlamentario en Córdoba.

¿Qué pasó con Munuza?
Sin embargo, hay más versiones acerca de cuál pudo haber sido el final de Munuza. Ya hemos hablado de su muerte a causa de las tropas de Pelayo, de su huida al Reino Franco y de su asesinato por Pelayo.

Además, existe otra teoría que dice que se retiró a vivir a las orillas del Guadalquivir en compañía de Ermesinda y por último, la más dulce de todas que explica que Munuza y Pelayo se reconciliaron y éste le permitió vivir junto con su hermana en Gijón.

La crónica más contrastada y que es casi coetánea es la que sitúa a Munuza emparentado con el duque de Aquitania y a la cabeza de las tropas bereberes que había en la frontera pirenaica.

De este modo, Munuza se habría alejado de los omeyas cordobeses por lo que en el año 731 el gobernador de Al-Andalus, Abd ar-Rahman Ibn Abd Allah al-Gafiqi, emprendió una expedición de castigo en Cerdaña en la que derrotó y mató a Munuza.

Tras la batalla de Covadonga

Una vez derrotados los musulmanes en Covadonga, Munuza huyó temiendo que los habitantes de Gijón se unieran a la rebelión o bien que las tropas cristianas le dieran alcance y acabaran con su vida.

A pesar de que intentó abandonar Asturias lo más rápido posible, las tropas de Pelayo dieron finalmente con Munuza, muriendo éste en Olalíes, situado en el actual concejo de Santo Adriano.

Otras versiones apuntan a que Munuza pudo escapar y que incluso llegó a contraer matrimonio con la hija de un noble franco el duque de Aquitania.

Tras esto, Pelayo pudo reconquistar Gijón sin demasiado esfuerzo. Se dice que quiso reconquistar León pero nada se sabe acerca de aquello por lo que algunos especialistas creen que quizá no llegó a suceder.

La noticia acerca del triunfo de Pelayo se extendió con mucha rapidez así que no fueron pocos los cristianos que quisieron unirse a su ejército que llegó a componerse de 8.000 soldados de infantería y 150 soldados montados a caballo.

Cangas de Onís se acabó convirtiendo en la primera capital de Asturias ya que era un territorio más seguro para Pelayo, cuya situación aún era inestable.

Fue en este lugar en el que falleció Don Pelayo en el año 737 siendo sepultado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia junto con su esposa.

A su muerte, le sucedió su hijo Favila que tan sólo reino dos años al morir por el ataque de un oso y después, su yerno Alfonso I, el primer rey del Reino de Asturias.

Mucho más tarde, el rey Alfonso X el Sabio decidió trasladar los restos de ambos a la Cueva de Covadonga, dentro de un túmulo de piedra.

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