La batalla de Poitiers se libró el 19 de septiembre del año 1356 en Maupertuis, una zona al sur de Poitiers, en Francia. Se enfrentó el ejército francés contra el ejército inglés apoyado por el ducado de Vasconia.
Enmarcada en el contexto de la Guerra de los Cien Años, está considerada como la segunda victoria más importante del ejército inglés dentro de este conflicto.
No hay que confundirla con la batalla de Tours del año 732 entre los francos de Carlos Martel y los omeyas, ya que en ocasiones también ha sido llamada batalla de Poitiers.
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Los antecedentes de la batalla de Poitiers
En este momento de la Guerra de los Cien Años, los franceses ya habían sufrido dos graves derrotas a manos de los ingleses en las batallas de Sluys y Crecy. Además de eso, en la década de 1350 tuvieron que hacer frente a las terribles cabalgadas que los ingleses ejercían sobre su territorio.
Los ingleses desembarcaban en las costas del norte de Francia, incursionaban rápidamente en las granjas y poblados llevándose por delante cosechas y hombres y después se retiraban de nuevo a sus bases de partida situadas en la costa dejando tras de sí muerte, hambre y enfermedades.
Los soldados franceses, fuertemente equipados y por ello, más pesados y aparatosos para moverse, no podían hacer frente a lo que se ha llamado la «guerra relámpago» de la Edad Media.
Los ingleses se aprovechaban así de la muerte del rey francés Felipe VI en 1350 que había provocado una profunda crisis interna en el país.
Su heredero, Juan II apodado el Bueno, no tenía apenas experiencia ni económica, ni política, ni militar y por lo tanto, no resultó ser la persona idónea para tratar de sacar a Francia del agujero en el que había caído.
A pesar de todo, tomó algunas decisiones acertadas como la reforma del ejército aunque, como se verá, al final resultó insuficiente para adaptarse a los nuevos tiempos y tácticas militares.
Éstos pedían protección a los señores feudales y al no existir ninguna cohesión entre ellos ni la unidad necesaria para enfrentarse a un enemigo común, no podían ofrecer a los campesinos ninguna garantía al respecto ya que no unían fuerzas para combatir a la caballería de los ingleses.
Esto hacía que las fuerzas francesas estuvieran constantemente divididas y que fuera muy complicado poder hacer levas mediante las que reclutar a los jóvenes varones necesarios para engrosar sus filas y ofrecer la protección que los campesinos reclamaban a sus señores.
Hijo mayor del rey de Inglaterra Eduardo III y por lo tanto, heredero al trono, había dirigido numerosas expediciones de saqueo en Aquitania para aliviar a los soldados ingleses que se encontraban luchado en el área de Francia central.
La gran cabalgada prevista para esta ocasión se centraría especialmente en Burdeos y toda la zona colindante, lo que incluía, una vez más, los campos y granjas cercanos a esta ciudad.
El príncipe Eduardo no encontró demasiada resistencia por parte de las fuerzas del rey francés Juan el Bueno, como era habitual en estas ocasiones.
Las intensas lluvias que cayeron en ese momento, además, impidieron que sus tropas trataran de incendiarlo para obligar a los ocupantes del castillo a que se rindieran.
Esta circunstancia causó un retraso en el avance de las tropas inglesas por Francia que no pasó inadvertido a Juan II el Bueno.
Aprovechando la ocasión, el rey francés Juan II el Bueno decidió lanzar una ofensiva contra el ejército del príncipe de Gales.
Retiró el asedio que mantenía en aquellos momentos en la ciudad de Breteuil en Normandía y concentró a la mayor parte de sus tropas en la zona norte de Tours. Para que su ejército pudiera avanzar con mayor rapidez, prescindió de aproximadamente 20.000 de sus soldados de infantería de menor calidad.
Los ejércitos de la batalla de Poitiers
El ejército francés
Juan el Bueno no era precisamente un hombre demasiado experimentado en el arte de la guerra y solía confiar en fuerzas muy bien armadas aunque pesadas y lentas que se apoyaban con unidades de caballería y ballesteros.
Además de sus cerca de 20.000 soldados, les acompañaba un destacamento de escoceses comandados por sir William Douglas.
Éste, al ver que se acercaba la derrota de los franceses, decidió escapar antes de caer en manos de los ingleses. Otros nobles, sin embargo, decidieron permanecer en la batalla y muchos de ellos perdieron la vida en ello.
El ejército inglés
La metodología del príncipe de Galos era muy distinta a la del rey francés, pues él prefería la velocidad y la movilidad prescindiendo de las armaduras pesadas de las que era tan partidario Juan el Bueno.
Además, Eduardo prefería el uso del arco largo en lugar de las ballestas, que si bien no producía efectos tan contundentes, podían dispararse hasta siete veces más rápido llegando a cubrir el cielo de flechas y provocando que los soldados enemigos perdieran la moral ante semejante visión.
Al igual que en el ejército francés, al príncipe de Gales le acompañaban varios nobles.
Así sucedió la batalla de Poitiers
Al enterarse el príncipe de Gales de que el ejército francés se dirigía hacia su posición, tuvo claro que no quería que hubiera una batalla directa pues estaba en condiciones de inferioridad numérica.
La decisión que tomó Eduardo fue colocar a sus tropas de espaldas al bosque para, de esta manera, evitar que pudiera llegar un ataque desde la retaguardia y que sus hombres fueran sorprendidos.
En lado izquierdo había una ensenada que les ofrecía una protección natural y en el derecho, sin duda el más débil al existir un antiguo camino romano, colocó los carromatos con suministros obstaculizando el paso.
En los flancos se situaron los arqueros, protegiendo a los soldados, y como reserva, Eduardo ocultó en el bosque a una pequeña unidad de caballería.
Los franceses se dividieron en cuatro grupos. En el frente se situaron 300 caballeros de élite junto con mercenarios alemanes bien armados con largas picas.
Todos ellos tenían como objetivo eliminar a los peligrosos arqueros ingleses para deshacerse de la fuerte amenaza que presentaban para el ejército francés.
Tras actuar estas unidades, se pondrían en marcha tres grupos de infantería a los que se unirían los caballeros desmontados si hiciera falta.
Sin embargo, Juan el Bueno se excedió en sus condiciones y los ingleses no pudieron aceptarlas. Eduardo se retiró pero en ese momento, algunos de los caballeros que lo acompañaban decidieron ponerse del lado de los franceses.
Nada más comenzar la batalla, se produjo una confusión por parte de los franceses: creyendo que los ingleses se retiraban, lanzaron a su caballería contra los arqueros que rápidamente lanzaron sus flechas contra ellos.
Sin embargo, no tuvieron ningún efecto ya que las armaduras de los franceses y sus caballos eran demasiado resistentes y las flechas resbalaban en su superficie.
Muchos caballeros franceses cayeron y el resto se lanzaron contra los ingleses que se protegieron tras el bosque y por lo tanto, no pudieron ser alcanzados. Se calcula que esta primera fase de la batalla debió durar aproximadamente unas dos horas.
La infantería francesa fue la siguiente en actuar lanzándose en varias oleadas contra los soldados ingleses que, ya casi sin arqueros, tuvieron que improvisar una fuerza de caballería haciendo que los arqueros abandonaran sus arcos y subieran a caballo, al igual que hicieron algunos soldados de infantería.
A la vista de estos hechos, el rey de Francia dio la orden de que se trajeran nuevos caballos de refresco y se dispuso él mismo a tomar el mando del siguiente ataque.
El príncipe de Gales decidió cambiar también a sus caballos mientras algunos arqueros se dedicaban a buscar nuevas flechas.
Estos caballeros aparecieron para rodear a las fuerzas francesas atacando por los lados y también por la retaguardia.
Los franceses intentaron huir al verse rodeados, a pesar de que seguían siendo numéricamente superiores, pero les fue imposible.
Tras una fuerte resistencia de casi siete horas y el abandono de muchos de sus hombres, el rey francés Juan el Bueno y su hijo menor fueron capturados junto con algunos miembros de su séquito, grandes nobles de Francia.
Las consecuencias de la batalla de Poitiers
Esta derrota fue decisiva para Francia más allá de sus efectos militares, los cuales habían demostrado que sus métodos estaban quedando obsoletos ante las tácticas empleadas por el príncipe de Gales, y la pérdida de hombres, que ascendía a unos 2.500 soldados aproximadamente.
También tuvo consecuencias económicas ya que tras firmar el Tratado de Brétigny en 1360, Francia se vio obligada a pagar la cantidad de tres millones de coronas de oro para poder rescatar al rey Juan el Bueno.
La cantidad era tan grande que jamás se pudo reunir por lo que finalmente el rey francés acabó muriendo en Londres en 1364 sin haber vuelto a pisar Francia. A su muerte, sin embargo, su cuerpo fue repatriado.
Tuvo que hacer frente a varios levantamientos revolucionarios que llegaron a amenazar la propia existencia de la monarquía francesa así como a protestas de burgueses en París y revueltas de campesinos.
Por suerte para el joven, a pesar de ser muchos problemas, éstos tenían intereses diferentes que en ocasiones chocaban entre ellos por lo que, con cierta habilidad, pudo resolverlos poco a poco.
Gracias a estas fuertes concesiones, la dinastía Valois había conseguido salvar el reino que, de otro modo, quizá habría acabado en manos del rey inglés.
Durante toda aquella época, reinó el caos en Francia no solamente por parte de los nobles descontrolados sino también por parte de compañías de ladrones y saqueadores que camparon a sus anchas sometiendo a las iglesias y a los campesinos a robos y asesinatos.
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