Poco a poco, estas hordas fueron nutriéndose de gente de origen eslavo entre otras etnias y en el siglo X, comenzaron a prestar servicios militares en el ejército de los nobles de la zona. Su talento militar y la gran seguridad que tenían en sí mismos ha caracterizado a la comunidad cosaca durante siglos.
Actualmente la comunidad cosaca se está revitalizando ya que incluso existen organizaciones cosacas en Moscú además de formar parte de de las Fuerzas Armadas de Rusia.
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La historia de los cosacos
Aunque el primitivo origen de los cosacos se sitúa en el siglo X, es a mediados del siglo XIII en Ucrania cuando se puede empezar a hablar de protocosacos, eslavos que llegaron allí huyendo de los tártaros que los tenían oprimidos. Después se situaron en las estepas entre el mar Negro y el mar Caspio.
En siglos posteriores, muchos campesinos huirían al imponerse en Polonia y Moscovia el sistema de vasallaje que les arrebataba muchas de sus libertades.
No hay demasiada documentación sobre el pueblo de los cosacos en esta época; lo que sí se sabe es que en torno al siglo XV estas comunidades cosacas formaban sus propios ejércitos locales independientes.
Entrado el siglo XVI, los cosacos habían formado dos organizaciones territoriales independientes: los Cosacos de Zaporozhia del río Dniéper y el Estado Cosaco del Don.
Se trataba de naciones soberanas que no dependían de ningún gobierno y se basaban en culturas guerreras que vivían básicamente del saqueo , siendo éste su principal fuente de ingresos.
Solían realizar incursiones sobretodo en territorios del Imperio Otomano pero no les preocupaba demasiado arrasar también a otra población cosaca si era necesario.
Estas acciones provocaron tensiones en la política de la frontera de la Mancomunidad Polaco-Lituana.
Debido a estos ataques, el Gran Duque Basilio III de Rusia exigió al sultán otomano que tratara de controlar las acciones de los cosacos, algo a lo que se negó ya que no estaban bajo su jurisdicción política y por lo tanto, no podía hacer nada.
Años más tarde, cuando el sultán pidió ayuda contra los cosacos al zar Iván el Terrible, recibió exactamente la misma respuesta que él había dado a Basilio III.
Este tipo de peticiones y denegaciones corrieron entre Rusia, el Imperio Otomano y la Mancomunidad Polaco-Lituana durante años, ya que en realidad a todos ellos les interesaban las acciones de pillaje de los cosacos.
A finales del siglo XVI, el Imperio Otomano responsabilizó a la Mancomunidad de los ataques sufridos a manos del pueblo cosaco, ya que los Cosacos de Zaporozhia del Dniéper eran considerados como parte de la misma.
En respuesta, los tártaros que vivían bajo dominio otomano comenzaron a atacar los territorios de la Mancomunidad.
A principios del siglo XVII, el Imperio Otomano y la Mancomunidad firmaron varios tratados para controlar tanto a los cosacos como a los tártaros, pero fueron infructuosos.
En esta época, los Cosacos de Zaporozhia se dividieron dando origen al Gran Ducado de Moscú.
Además de los sucesivos ataques y respectivas venganzas, el Imperio de los Habsburgo había empezado a usar a los cosacos a su favor en la frontera con el Imperio Otomano.
Muchos campesinos de la Mancomunidad Polaco-Lituana escaparon y se unieron a los cosacos ya que los nobles polacos habían tratado de convertirlos en siervos. Los cosacos de la Mancomunidad, además, pretendían ser iguales a la nobleza y convertirse en una nación más para la Mancomunidad.
Al ser rechazadas ambas cosas por los polacos y los lituanos, los cosacos decidieron abandonar la Mancomunidad. Tras producirse la Rebelión de Bohdán Khmelnytsky, la Mancomunidad Polaco-Lituana acabó desapareciendo, liberándose así los cosacos de la influencia polaca ya que se aliaron con el Imperio Ruso.
La nación cosaca se disgregó en varias pequeñas naciones que fueron perdiendo su independencia de forma gradual hasta que Catalina II de Rusia las acabó aboliendo a finales del siglo XVIII. Los cosacos de la Hueste Zaporozhian obtuvieron títulos nobiliarios.
Algunos cosacos colonizaron la estepa Kubán, lo que haría que más tarde fueran un punto crucial en la expansión de Rusia. Además, sirvieron como guías a muchos expedicionarios que exploraban Rusia con fines científicos.
A principios del siglo XIX, las tropas cosacas serían los soldados de Rusia más temidos por las tropas francesas de Napoleón.
En esa época, los cosacos rusos desarrollarían la táctica de guerra de guerrillas y las operaciones especiales tal y como las conocemos hoy día.
A finales de este mismo siglo, la comunidad de los cosacos disfrutaba de ciertos privilegios dentro del Imperio Ruso, donde se organizaba en dos huestes divididas a su vez en varios regimientos. Servían como tropas de caballería, infantería y artillería y cada una de estas huestes tenía su propio uniforme.
Además, había tres regimientos de cosacos que formaban parte de la Guardia Imperial y de la escolta personal del zar.
A principios del siglo XX, se le usaba para disolver los desórdenes públicos de obreros y campesinos aprovechando la gran lealtad que sentían hacia el gobierno zarista, ya que les había hecho sentirse parte de una comunidad de élite en Rusia.
A pesar de todo, el resto del ejércitos los consideraba indisciplinados y sin formación suficiente, por lo que los cosacos empezaron a ser usados como mensajeros, exploradores o simplemente soldados exóticos y de adorno dentro del Ejército Rojo.
Cuando estalló la Revolución Rusa en 1917, también conocida como Guerra Civil Rusa, las tropas cosacas acabaron por unirse a los sublevados, lo que aceleró la abdicación del zar Nicolás II.
Durante la guerra civil, los cosacos tuvieron un importante papel en los acontecimientos de la misma luchando contra el Ejército Blanco.
A pesar de todo, tras el triunfo de los comunistas soviéticos en la Guerra Civil Rusa, los cosacos y su cultura fueron reprimidos incluyendo deportaciones, persecuciones y ejecuciones ordenadas por Stalin.
A punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista Soviético decidió volver a activar a las unidades cosacas en el Ejército Rojo. En pleno conflicto, algunos líderes cosacos se rebelaron contra Stalin llegando a trabajar para los nazis y otros, dieron su apoyo a los socialistas y a los soviéticos.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, los países europeos decidieron enviar a todos los cosacos de vuelta a la Unión Soviética y ponerlos en manos de Stalin.
Éste, que ya no los necesitaba en sus tropas, se ocupó de perseguirlos con tanta crueldad que prácticamente exterminó a los más de 150.000 cosacos que fueron repatriados desde Europa.
En los años 80 del siglo XX, la Unión Soviética tomó medidas encaminadas a la recuperación de las comunidades cosacas y en 2005, consiguieron nuevos derechos con los que aspiran a crear un territorio autónomo. Actualmente existen organizaciones de cosacos en Moscú. Además, forman una parte importante de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa.
Las armas de los cosacos
A lo largo de los siglos, los cosacos han portado distintas armas conforme la época. Consideraban que sus armas eran tesoros y quien era visto maltratando o despreciando un arma, no era tenido por cosaco. A pesar de que llegaron a usar armas de fuego, siempre pensaron que las armas para el combate cuerpo a cuerpo eran más honorables, hablando siempre con respecto de este tipo de armamento más antiguo.
- Shashka o cuchillo grande: aunque se trata de un arma de hoja larga, no se considera como un sable. Suele medir menos de un metro; las cosacas, en concreto, suelen ser más ligeras y cortas que las demás. La empuñadura no tiene guardas para proteger la mano, algo que caracteriza a este tipo de arma. Las fundas suelen hacerse de madera forrada con cuero. En el siglo XIX, el shashka fue adoptado como arma oficial de la caballería del ejército ruso, desplazando así al sable tradicional. Hoy día se considera como un elemento tradicional de la cultura cosaca y parte de su traje folklórico.
- Nagaika o látigo: es un látigo corto, grueso y de sección redonda usado por los cosacos rusos aunque su origen está en el pueblo nogái, los mongoles caucásicos. Aunque su uso original era para guiar al caballo, lo cierto es que también se usaba como arma cuando no se tenía otra o incluso en combinación con la espada que se llevaba en la otra mano. Según la tradición cosaca, era el primer arma que recibía un guerrero cuando pasaba de ser un niño a ser un adulto.
- Lanza: medía unos tres metros y acababa en una punta fabricada en hierro. Tenía un disco de hierro en la mitad del eje para evitar que el enemigo, en sus últimos momentos de lucha, pudiera herir al cosaco que le había ensartado. Este disco se convertiría en una bola en la época napoleónica. Los cosacos también usaban las lanzas para saltar por los pantanos y evitar hundirse. Los cosacos eran considerados unos expertos en el uso de la lanza por sus contemporáneos.
- Chekan o martillo: era una especie de martillo de batalla de orígenes medievales que se usaba en el combate cuerpo a cuerpo cuando era peligroso herir a un compañero usando otro tipo de armas. Se caracterizaban por tener un mango largo que podía cogerse con las dos manos. Algunos de estos martillos podían llevar una daga adherida al mango que podía desenvainarse para herir al enemigo.
- Carabinas, mosquetes y pistolas: los cosacos usaron armas de fuego como otros soldados de su época pero en realidad nunca les dieron demasiado valor porque consideraban más honorable la lucha cuerpo a cuerpo. Lo que sí les agradaba de las armas de fuego era que servían para asustar al enemigo y, por esta razón, solían simplemente disparar a aire sin molestarse en apuntar a un objetivo concreto.
- Kinzhal o puñal o daga: se trata de una daga de dos filos usada desde tiempos antiguos. Su forma puede recordar al gladius de los romanos, aunque es más pequeña. Solía llevarse como complemento del shashka.
Los uniformes de los cosacos
En sus primeros momentos, cada cosaco tenía que conseguir su propio uniforme. Aunque algunas huestes disponían de fábricas donde se hacían los uniformes, era común que después, en el núcleo familiar, se añadieran algunos toques personalizados en cuanto a la ornamentación.
Cada hueste tenía sus colores distintivos y no fue hasta pasado un tiempo cuando se elaboraron patrones para lograr una mayor uniformidad.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el uniforme básico consistía en una túnica tradicional holgada y los pantalones anchos típicos de las tropas regulares rusas.
Las huestes caucásicas llevaban un abrigo largo y un poco entallado con un cinturón de cuero para munición y un chaleco colorido. La mayoría llevaban gorros redondos con algún tipo de decoración y gorras para el día a día. Estos gorros se ponían ladeados sobre la cabeza.
En verano, vestían blusas blancas al igual que el resto del ejército ruso. El color de cada hueste se mostraba en los hombros o en la banda del gorro.
De 1910 a 1918, comenzaron a llevar chaquetas gris-caqui para el trabajo de campo. El uniforme de gala se componía de pantalones azules o verdes con amplias franjas de colores que a menudo se combinaban con la chaqueta de servicio.
Los miembros de la Guardia Imperial llevaban uniformes diseñados por el gobierno, los cuales eran coloridos y muy elaborados .
Por ejemplo, los Konvoi vestían abrigos escarlata, túnica blanca y coronas rojas en el sombrero. Los Guardias Cosacos de Su Majestad y los Guardias Cosacos del Atamán, procedentes de la hueste del Don, vestían abrigos rojo y azul claro respectivamente.
Organización militar de los cosacos
Los cosacos se dividían en huestes, que a la vez se repartían en regimientos formados por distintos escuadrones. Cada hueste estaba a cargo de un atamán, la máxima autoridad tanto militar como civil.
Esta autoridad se extendía no solamente a las huestes sino también a las comunidades locales. El encargado de nombrar a los atamanes era el zar, quien debía cumplir con la condición de que el atamán siempre debía ser un hombre de origen cosaco.
Los cosacos se dividían en huestes, que a la vez se repartían en regimientos formados por distintos escuadrones. Cada hueste estaba a cargo de un atamán, la máxima autoridad tanto militar como civil.
Esta autoridad se extendía no solamente a las huestes sino también a las comunidades locales. El encargado de nombrar a los atamanes era el zar, quien debía cumplir con la condición de que el atamán siempre debía ser un hombre de origen cosaco.
Uno de los aspectos más valorados de los cosacos era su rápida respuesta ante una amenaza de guerra, desplegando sus tropas en apenas un par de semanas sin ninguna necesidad de una preparación previa de los soldados, como ocurría con otros ejércitos.
Por encima de todo, proporcionaban al zar tropas de caballería aunque con el tiempo, sumaron no solamente soldados de infantería sino también baterías de artillería e incluso aviadores.
La especialidad de los cosacos era la emboscada, las misiones de alto riesgo y las operaciones especiales, donde nadie les superaba. Incluso hoy día, cuerpos de fuerzas especiales de todo el mundo aún adoptan técnicas aprendidas de los cosacos.
El inconveniente que muchos militares occidentales encontraban respecto a los cosacos era su escasa disciplina, algo que, en cualquier caso, no sirvió para dejar de aprovechar la pericia y el valor que los cosacos mostraban en la batalla.
Napoléon llegó a decir: «Dadme 20.000 cosacos y conquistaré el mundo«, impresionado tras verlos actuar en sus batallas en Rusia.
Los cosacos siempre han destacado en la historia por sus increíbles tropas de caballería pero poca gente sabe que en los siglos XV y XVI existió una auténtica Armada cosaca, una marina irregular que actuaba en el Mar Negro y en el Mar Caspio con unas técnicas navales muy concretas de los cosacos y que realizaba tareas de despliegue y movilización.
También navegaban en los ríos que desembocaban en dichos mares.
Los cosacos se lanzaban al mar especialmente en primavera y en otoño, aunque podían hacerlo en cualquier época del año si así lo requerían.
La primera fecha que se conoce al respecto es el año 1492, en el que el Kanato de Crimea se quejó a los turcos de que los cosacos habían saqueado y destruido un barco turco.
El objetivo de estas expediciones marinas era atacar a las embarcaciones comerciales y ciudades costeras del Imperio Otomano y también tratar de liberar a los cosacos cautivos.
Los barcos de los cosacos eran embarcaciones pequeñas de poca eslora llamadas chaika, que quiere decir «gaviota» en ruso.
Medían entre 10 y 20 metros de largo y 2 0 3 metros de ancho y no tenían quilla ni cubierta, pudieron alojar a unos cincuenta tripulantes.
Tenían 20 pares de remos para impulsarse, lo cual hacían con bastante rapidez. En el Océano Ártico, los cosacos siberianos usaban unos barcos más resistentes y de mayor eslora llamados koch, con cubierta, un mástil y dos timones.
Solían navegar de noche y, a ser posible, aprovechando la neblina, manteniendo las embarcaciones unidas de forma compacta para desplazarse como una masa.
Podían ir de 15 a 300 barcos dependiendo del objetivo que tuviera la expedición aunque se sabe que hubo momentos en los que llegaron a concentrarse 1.500 embarcaciones.
Se desplazaban con sigilo por el río hasta llegar al lugar en el que se situara su objetivo. Después, se dispersaban por la costa antes de asaltar un par de barcos y regresar rápidamente a sus embarcaciones cargados de botín o incluso sin él, si las cosas no habían salido según lo esperado.
Las expediciones navales de los turcos fueron constantes llegando a atacar el palacio del sultán turco en Constantinopla en el año 1616.
A mediados del siglo XVII, fue un atamán cosaco quien realizó una expedición naval y descubrió que Asia no está conectada con Alaska y que, en ciertas épocas del año, se puede navegar de Europa a China por el Océano Ártico.
La flota cosaca dejó de existir oficialmente en 1775, coincidiendo con la abolición de las comunidades independientes cosacas por parte de Catalina II de Rusia.
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Vídeo sobre los cosacos
A continuación podrás encontrar un vídeo de los cosacos subtitulado al español donde hablan de estos grandísimos guerreros del este y donde vas a poder aprender mucho más sobre ellos:
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