Desde 1534 hasta 1713, estas tropas formadas por soldados de varios países defendieron un territorio que con el paso de las décadas fue empequeñeciéndose debido a las numerosas guerras que España mantenía en Europa.
Los Tercios de Flandes supusieron el máximo orgullo de la Monarquía Hispánica y pertenecer a ese cuerpo de la infantería española se consideraba un honor y un privilegio que se alargaba durante toda la vida del soldado.
En aquellos tiempos, no había grandeza semejante a la de servir en los tercios españoles del Imperio español y por ello eran muchos los que se alistaban en busca de la gloria y la fama.
Índice del artículo
- 1 El origen de los Tercios de Flandes
- 2 El carácter de los Tercios de Flandes
- 3 El reclutamiento y la instrucción de los Tercios de Flandes
- 4 La organización de los Tercios de Flandes
- 5 Las armas de los Tercios de Flandes
- 6 La Leyenda Negra de los Tercios de Flandes
- 7 El final de los Tercios de Flandes
- 8 Vídeos sobre los Tercios de Flandes
El origen de los Tercios de Flandes
Oficialmente los tercios fueron creados por Carlos I tras reformarse el ejército en octubre de 1536 para referirse a las tropas asentadas en Italia y a las que realizarían expediciones puntuales en el Mediterráneo aunque ya en la época de los Reyes Católicos existían tropas inspiradas en los piqueros suizos.
Los primeros Tercios, esto es, los afincados en Italia (Nápoles, Sicilia y Lombardía) y posteriormente los de Cerdeña y los de Galeras fueron conocidos con el nombre de Tercios Viejos, siendo llamados Tercios Nuevos todos los creados con posterioridad a ellos, entre ellos, los Tercios de Flandes.
La novedad que implicaban los Tercios era que no estaban formados a partir de levas como venía sucediendo desde la Edad Media sino que los componían unidades militares de soldados profesionales y voluntarios que formaban parte de estas tropas de infantería española de manera permanente para el Imperio español.
Los Tercios, en realidad, formaban una unidad administrativa formada por varias compañías que podían unirse o repartirse por el territorio del imperio español según las necesidades militares.
A mediados del siglo XVII, muchos nobles decidieron financiar compañías de su propio bolsillo convirtiéndose así en sus propietarios.
Los Tercios se inspiraban en los legionarios romanos; de hecho, una de las legiones romanas que operaban en Hispania era la tercia.
De cualquier modo, no hay consenso en cuanto a la procedencia del nombre de «tercios«. Hay quien dice que era porque estaban formados por una tercera parte de los hombres destinados en Italia.
Otros afirman que se debe a que los soldados de los tercios estaban divididos en tres tipos: piqueros, arcabuceros y mosqueteros.
Otros aluden a la primitiva formación que comprendía tres mil hombres repartidos en doce compañías, teoría sustentada por un documento del siglo XVI, una carta del maestre Sancho de Londoño al Duque de Alba.
El carácter de los Tercios de Flandes
Si hay algo por lo que los Tercios de Flandes son conocidos es por su extrema devoción al honor personal y por su orgullo militar.
Preferían morir antes que caer presas del deshonor y protegían su reputación como soldados por encima de todo .
Eran muy disciplinados y cuidadosos, muy confiados en cuanto a su valor y capacidades, algo que en ocasiones les hacía ser peligrosos incluso para sí mismos.
Los duelos entre los tercios españoles estaban a la orden del día ya que no dudaban en desenvainar la espada o usar la pica ante cualquier cosa que consideraran una ofensa o un insulto.
Incluso se enfrentaban a sus superiores si era necesario aun sabiendo que semejante acto implicaba una condena a muerte.
Este carácter, en ocasiones, fue utilizado por los oficiales para poder manipularlos a su antojo ya que los hacía muy predecibles según la situación.
Los tercios españoles siempre pedían las posiciones más decisivas, importantes o peligrosas para sí mismos, ya que solían creerse más eficaces que los tercios de otras nacionalidades en el terreno militar.
Los oficiales no dudaban en complacer sus exigencias aunque hubo que crear castigos para aquellos soldados que rompían la formación o desobedecían órdenes por el ansia de destacar y ser los primeros en atacar al enemigo.
El orgullo y la disciplina de los tercios españoles eran tan grandes que podían llegar a pasar años viviendo en la miseria sin reclamar las pagas atrasadas y sin amotinarse contra el imperio español.
En caso de que decidieran rebelarse, lo hacían después de una batalla para que nadie pudiera acusarles de no haber cumplido con su deber.
La organización durante un motín era similar a la del ejército.
El reclutamiento y la instrucción de los Tercios de Flandes
En los casi dos siglos de existencia de los tercios su organización cambió mucho ya que tuvo que adaptarse a las circunstancias de cada momento de la historia del Imperio español.
Inicialmente, cada tercio solían dividirse en 10 compañías de 300 hombres o en 12 compañías de 250 hombres que recorrían el Camino Español.
Posteriormente, los Tercios de Flandes adoptaron como permanente la división en 12 compañías, 10 de ellas formadas por piqueros y las otras 2, por arcabuceros.
El Estado Mayor estaba formado por tres coroneles (uno por cada cuatro compañías), un Maestre de Campo (jefe supremo nombrado por el rey) y un Sargento Mayor (segundo al mando).
A pesar de todo, estaban considerados como una élite dentro de las tropas y a ellos les encargaban las misiones más arriesgadas y peligrosas que, por cierto, eran las que estaban mejor pagadas.
Cuando un tercio necesitaba soldados, los capitanes designados por el rey se situaban en el lugar convenido y desplegaban una bandera que enseguida atraía la atención de los voluntarios.
Eran muchos los hombres que corrían a alistarse en los Tercios de Flandes para conseguir fama, honor y, por supuesto, una gran fortuna con la que regresar a sus hogares tras la guerra en los Países Bajos o donde fuera.
Por lo general, no se aceptaba ni a menores de 20 años ni a ancianos; tampoco a aquellos que padecieran una enfermedad contagiosa ni a religiosos.
Por lo demás, no había ninguna exigencia a excepción de tener buena aptitud y físico para el combate ; ni siquiera tenían que jurar fidelidad al rey.
Los soldados recién reclutadas empezaban a cobrar su paga por adelantado para poder comprarse un equipo con el que combatir en el campo de batalla.
Si ya tenían equipo, cobraban igualmente este sueldo a modo de «socorro».
La deserción no estaba demasiado mal vista mientras fuera de una compañía a otra más prestigiosa o incluso aunque fuera para regresar a España.
Lo que no se consentía era desertar para engrosar las filas enemigas ; en ese caso, si el desertor era capturado por sus antiguos compañeros, no podía esperar piedad.
No existía una instrucción propiamente dicha más que la que hacían los propios sargentos y cabos, casi siempre sobre la marcha.
Para evitar desastres, se repartía a los novatos en varias compañías para que pudieran aprender de los veteranos y sus errores no pusieran en riesgo ninguna operación ni las vidas de sus compañeros.
En las compañías era frecuente que se formaran lazos de fraternidad entre pequeños grupos de soldados que se apoyaban y ayudaban a mantener la fuerza y la moral de las tropas.
Los soldados podían ascender dentro de los Tercios de Flandes en base a sus méritos y a su aptitud aunque, obviamente, la antigüedad y la clase social también se tenían en cuenta a la hora de subir de rango a un soldado.
El tiempo para pasar de soldado raso a capitán , escalando por los diferentes puestos, comprendía un mínimo de 10 a 12 años.La organización de los Tercios de Flandes
Los puestos militares y administrativos a los que un soldado de los tercios podía aspirar eran los siguientes:
- Maestre de campo: era un capitán señalado por el rey para encargarse de una compañía y de todo el tercio, algo parecido a lo que hoy consideraríamos un general. Tenían su propia guardia personal compuesta por 8 alabarderos que le acompañaban en todo momento.
- Sargento mayor: era el ayudante del maestre de campo. Aunque no tenía compañías propias, tenía autoridad sobre el resto de capitanes y les daba las órdenes que venían del maestre. A su vez, contaba con un ayudante, un alférez de la compañía a la que había pertenecido antes de ser ascendido.
- Tambores y pífanos: se encargaban de transmitir órdenes mediante la música y en plena batalla, servían de mensajeros. Además, subían la moral de los hombres.
- Furriel mayor: era el encargado de todo el aspecto logístico: alojar a los soldados, organizar los almacenes, repartir la paga… Para ascender a este cargo era obligatorio saber leer, escribir y contar para llevar a cabo el registro del material, la comida, el dinero y los soldados.
- Sanitarios: en los tercios había un médico, un cirujano por cada compañía y barberos que hacían las veces de lo que hoy sería un enfermero, también uno por cada compañía. No había camilleros sino que eran los mozos quienes se encargaban de transportar a los soldados heridos o incluso sus propios compañeros.
- Religiosos: no se permitía que un clérigo formara parte de los tercios pero sí se acompañaban de un capellán que se encargaba de asistir a los soldados en asuntos espirituales. A finales del siglo XVI, la orden de los jesuitas fue la que se encargó de proveer de capellanes a los tercios.
- Cuerpo judicial: lo componían el oidor, el escribano, el carcelero, el verdugo y dos alguaciles. Se ocupaba de los aspectos legales de los soldados, desde los juicios hasta la gestión de sus testamentos.
- Capitán: es designado por el rey para mandar una compañía. No tenía potestad sobre los soldados a excepción de cambiarlos de una compañía a otra. Para cualquier percance o problema, debía informar a sus superiores.
- Alférez: era quien llevaba y defendía la bandera de la compañía durante el combate. Su papel era más importante de lo que parece ya que si la bandera caída, era señal de que la compañía había perdido la batalla y afectaba directamente a la moral de los soldados. En ausencia del capitán, el alférez podía mandar la compañía.
- Sargento: su función era transmitir las órdenes del capitán a los soldados y comprobar que éstos estaban acordes para el combate, equipados y sin perder la formación. También era el encargado de organizar y vigilar las guardias nocturnas.
- Cabo: se trata de un soldado veterano que tiene bajo su mando a 25 hombres. Adiestra a los soldados y evita que creen problemas.
La táctica de los tercios se basaba en algo que los españoles llamaron «arte de escuadronar«, es decir, la formación de escuadras de 8.000 hombres que en ocasiones conllevaba la aplicación de fórmulas matemáticas y tablas para poder realizarse con exactitud.
Los soldados combatían a pie y el éxito de una batalla se centraba en la formación y las maniobras realizadas de forma colectiva.
En esta época ya no se estilaban las hazañas individuales a modo de gesta heroica como en la Edad Media sino que los soldados era anónimos y luchaban codo con codo.
Los soldados se agrupaban formando bloques geométricos que se enfrentaban fácilmente a la caballería; sin embargo, eran un blanco fácil y peligroso para la artillería, que de un solo movimiento podía causar numerosas bajas en las tropas.
En cualquier caso, en Flandes la artillería no solía causar demasiados problemas ya que era complicado para el enemigo mover las pesadas baterías por un terreno tan complicado .
Siempre que se encontraran en campo abierto, lo más habitual era crear escuadrones de piqueros que eran rodeados y protegidos por los arcabuceros y la caballería.
Las órdenes se transmitían de capitán a sargento por lo que los soldados debían permanecer en completo silencio a excepción del momento en el que se confrontaban directamente con el enemigo.
Respecto a la función concreta de cada tipo de soldado, la doctrina del momento dejaba claro quién se encargaba de qué: los piqueros atacaban a la caballería, los arcabuceros se enfrentaban a los piqueros y la caballería se enfrentaba a los arcabuceros.
Cuando en un escuadrón se producía una baja, el soldado que estaba detrás avanzaba hasta ocupar el sitio de su compañero caído para seguir ofreciendo una imagen compacta al enemigo.
Si los tercios asediaban una ciudad, construían trincheras alrededor de la misma y aproximaban los cañones y las minas a las murallas.
Como medida preventiva, un escuadrón permanecía siempre formado y descansado para rechazar cualquier ataque que intentaran hacer los asediados.
Las armas de los Tercios de Flandes
No existía realmente un uniforme dentro de los tercios.
Por lo general llevaban un vestidura corta sobre el jubón, los calzones, la camisa, el jubón, medias calzas, sombrero de ala ancha y zapatos, pero en realidad cada soldado podía vestirse como quisiera si podía pagárselo.
Las armas se las proporcionaba la Corona y se les descontaban poco a poco de sus pagas pero también podían adquirir el arma que quisieran mientras se la costearan ellos mismos.
También podían tener criados y sirvientes sin límite para que les ayudaran a portear el equipo y que, además,servía como indicador de posición social ante el resto de soldados.
Respecto a las armas, cualquier tipo de arma estaba permitida pero las más habituales eran tres:
- Picas: medían de 3 a 6 metros de largo y su uso solía complementarse con el de una espada. Se llevaba apoyada en el hombro cuando los soldados marchaban y se adelantaba en el momento de atacar, teniendo que afianzar muy bien la postura para resistir el embiste del enemigo ya que los piqueros solían enfrentarse a la caballería. En la formación, los piqueros de las primeras filas llevan picas más largas.
- Arcabuz: era un arma de fuego anterior al mosquete. A pesar de que tenía un cañón bastante largo (casi un metro), el alcance apenas llegaba a 50 metros aunque de un disparo se podía atravesar una armadura. El inconveniente de este arma era que se tardaba bastante en recargarse y entre disparo y disparo, los arcabuceros estaban prácticamente indefensos.
- Mosquete: es un arma de fuego caracterizada porque se carga por el cañón en lugar de por la parte trasera. Era tan pesado que había que usar una horquilla para apoyarlo en el suelo y poder dispararlo con más precisión aunque a mediados del siglo XVII se hicieron más ligeros. Su alcance llegaba a unos 100 metros a pesar de que la munición era el doble de pesada que la del arcabuz y con el paso del tiempo lo acabó sustituyendo. A mediados del siglo XVIII, los mosquetes habían evolucionado hasta dar lugar al fusil.
La Leyenda Negra de los Tercios de Flandes
Durante el reinado de Felipe II, tanto británicos como franceses se esforzaron por manchar el nombre de España creando la famosa Leyenda Negra que también alcanzó a los tercios.
Por ejemplo, la mano dura del Duque de Alba hizo que incluso hoy día siga considerado poco menos que una bestia entre los holandeses protestantes aunque los ejércitos de otros países cometieran fechorías iguales o peores.
Los saqueos ocasionados por retrasos en la paga también sumaron puntos a la Leyenda Negra de los tercios, especialmente tras episodios como el Saqueo de Amberes de 1576 que sometió durante tres días a la ciudad a límites insospechados de crueldad y destrucción.Con el paso de las décadas la situación de los tercios fue a peor pues cada vez era más difícil pagarles a tiempo.
Su presencia en zonas conflictivas como la frontera entre Cataluña y Francia y los límites de Portugal aumentaban las tensiones entre la población pero también entre las fuerzas políticas.
Los problemas ocasionados llegaron a provocar la separación de Cataluña del resto del Imperio tras la Guerra de los Segadores, situación que se restauró tras la renuncia de España a Portugal y a los territorios situados al norte de los Pirineos.
El final de los Tercios de Flandes
El final de los tercios comenzó tras la derrota sufrida en la Batalla de Rocroi ante los franceses el 19 de mayo de 1643, justo en mitad de la Guerra de los Treinta Años.
Perder aquella batalla suponía además derrumbar el mito que corría en Europa según el cual los tercios españoles eran invencibles .
La hegemonía francesa comenzó a subir a partir de ese momento aunque los tercios lograron recuperar Rocroi.
La derrota de los tercios en esta batalla se debió principalmente a dos factores: la inferioridad numérica y un exceso de confianza que hizo que los tercios no tuvieran la precaución de esperar un posible ataque sorpresa por parte de los franceses.
España comenzó a perder plazas en Europa ante la imposibilidad de costear más guerras y verse obligada a firmar acuerdos hasta que bajo el reinado de Carlos II se perdieron los últimos territorios en Flandes.
Con el final de la Guerra Sucesión Española en 1713, los Tercios desaparecieron definitivamente.
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Vídeos sobre los Tercios de Flandes
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