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La Batalla de Lepanto

La batalla de Lepanto tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la costa de la ciudad griega de Lepanto, tal como se la conocía en italiano y luego en español aunque su nombre en griego era Náfpaktos.

Enfrentó al Imperio Otomano contra la Liga Santa, una coalición católica formada por España, el Papado, Venecia, Génova, Saboya y la Orden de Malta.

Esta batalla es conocida por haber sido la que puso freno a la expansión turca en el Mediterráneo durante algunas décadas y también por haber contado entre sus soldados con el escritor Miguel de Cervantes, autor de Don Quijote de la Mancha.

Los antecedentes de la batalla de Lepanto

El 26 de julio de 1570 los turcos ponían bajo asedio la ciudad chipriota de Nicosia en un intento de hacerse con toda la isla.

A pesar de que Nicosia se hallaba fuertemente fortificada al estar prevista esta actuación de los turcos, tan sólo contaba con 12.000 hombres preparados para su defensa cuando en realidad se hubieran necesitado al menos 20.000.

A esto se sumó que los turcos recibieron refuerzos para continuar con el asedio desde Asia Menor y Siria llegando a juntar un contingente de 100.000 soldados.

El día 9 de septiembre Nicosia había caído en manos de los otomanos. Meses después, en mayo del año 1571, se dirigirían a Famagusa para asediarla. La ciudad levantó la bandera blanca tras dos meses de bombardeos.

Mientras tanto, los países católicos decidieron poner en marcha una armada para intentar amedrentar a Selim II, el emperador otomano.

La estrategia salió mal ya que la tripulación quedó muy mermada por efectos del tifus en la ciudad de Zara que además se hallaba ocupada por los otomanos, lo que obligó a que algunos soldados de la flota tuvieran que quedarse allí para defenderla.

El fracaso de la primera flota católica
Tras la reducción de sus hombres y la desmoralización general, la flota católica no se hallaba en situación de prestar su ayuda en Chipre. Juan Andrea Doria, el almirante al mando de las galeras españolas y bajo el mando pontificio, decidió poner rumbo a Sicilia ante el desacuerdo entre los distintos miembros de la armada.

Cuando más tarde la flota veneciana y la pontifica sufrieron pérdidas al regresar también, culparon a Juan Andrea Doria.

De todo lo acontecido en el Mediterráneo en los años 1570 y 1571, antes de la batalla de Lepanto, lo que más afectó fue la conquista de Chipre por parte de los otomanos.

La Liga Santa

La flota española estuvo comandada por Juan De Austria, la veneciana por Sebastián Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna.

Entre todas ellas sumaban algo más de 200 barcos mientras que la escuadra turca al mando de Alí Bajá tenía un total de 260 galeras.

El papa Pío V había organizado una reunión tras los últimos fracasos de la liga católica; pretendía elaborar una estrategia clara para frenar la expansión de los turcos por el mar Mediterráneo.

En estos encuentros, se produjeron algunas tensiones entre los españoles y los venecianos debido a los intereses de cada uno: mientras que los españoles querían ampliar la actuación de la Liga Santa al norte de África, los venecianos consideraban que solamente debían moverse en el ámbito del Mediterráneo oriental.

Finalmente, se llegó a un acuerdo el 20 de mayo de 1571 y se anunció cinco días después.

Los acuerdos de la Liga Santa
Su objetivo principal sería la recuperación de Chipre y Tierra Santa y se atacaría tanto Turquía como las bases turcas situadas en el norte de África.
El botín de guerra se repartiría entre los distintos miembros según su contribución en los hechos.
La armada la formarían 200 galeras, 100 naves, 50.000 soldados de infantería y 4.500 jinetes además de cañones y otros elementos de artillería. El Papado aportó 12 galeras, 3.000 soldados de infantería y 270 jinetes.
España pagaría la mitad de los gastos (tres sextos), Venecia un tercio (dos sextos) y la Santa Sede, el resto (un sexto). Si se produjera déficit, lo pagarían España y Venecia a partes iguales.
Todos los miembros se comprometían a reunirse una vez al año en el Mediterráneo oriental para comentar las operaciones realizadas y preparar las próximas.
Juan de Austria fue nombrado generalísimo de la Liga, apoyado por el Capitán General de cada nación. Juan de Austria no podría llevar estandartes personales ni el de su nación sino el que representara a toda la Liga Santa.
Ningún miembro podría acordar ni una tregua ni la paz sin tener en cuenta al resto de naciones.

Una vez firmado este acuerdo, el Papa parlamentó con Francia, Austria y Portugal para que se unieran a la Liga Santa pero ninguno de los tres países cedió.

Es más, Francia incluso llegó a pactar con los turcos por sus intereses propios en el Mediterráneo. Mientras tanto, los turcos afianzaban su poder en Chipre y preparaban una gran escuadra para saquear algunos puertos del Adriático.

El puerto de Mesina fue el lugar de reunión elegido para los miembros de la Liga Santa. A pesar de que había una gran cantidad de navíos, Juan de Austria se sentía intranquilo al ver el estado en el que se hallaban algunos de ellos.

Algunas galeras se habían construido precipitadamente y otras mostraban desperfectos por haber estado demasiado tiempo amarradas en los puertos.

Pese a todo, decidió que podrían prestar servicio. Además, los barcos venecianos tenían escasez de hombres por lo que Juan de Austria reforzó sus tripulaciones con infantes y arcabuceros españoles.

El 16 de septiembre de 1571 la flota cristiana se echaba al mar con 8 galeras exploradoras navegando aproximadamente unas 8 millas por delante para advertir de posibles peligros e imprevistos.

El resto de la flota iba dividido en cuatro escuadras en formación de águila pero sin pico, es decir, sin ninguna escuadra que liderara en el frente por delante de las demás.

Durante su travesía, se encontraron con que el tiempo aparecía borrascoso y con los vientos en contra por lo que hasta el día 24 de septiembre no pudieron pasar Otranto.

Gil de Andrade, que lideraba las galeras exploradoras, informó entonces de que la flota turca estaba en el golfo de Lepanto cerca de sus castillos.

Juan de Austria decidió entonces convocar un consejo de guerra en la isla griega de Corfú. Las naves de vela aún no habían llegado así que por el momento no estaban en condiciones de sitiar los fuertes de Lepanto. El 30 de septiembre y armados con artillería, los barcos volvieron a salir al mar.

En estos momentos se produjeron conflictos entre los mandos de las embarcaciones llegando a enfrentarse el capitán de una galera veneciana con el capitán de los soldados españoles que estaban a bordo. El veneciano salió herido por lo que el almirante veneciano, Veniero, mandó ahorcar al capitán español.

Juan de Austria convocó un consejo de guerra del que excluyó a Veniero y lo sustituyó por Barbarigo.

Andrea Doria propone entonces regresar a España y separarse de los venecianos pero Álvaro de Bazán y otros nobles argumentaron que no podían echar por la borda el proyecto por una equivocación de Veniero.

Finalmente, Juan de Austria cerró el consejo de guerra siguiendo el consejo de Álvaro de Bazán y dio la orden de atacar a los turcos a la mañana siguiente.

Así se desarrolló la batalla de Lepanto

El 30 de septiembre y tras los preparativos necesarios, la Liga Santa partió de Corfú hasta llegar al puerto de Epiro, hoy Leguminici, en Albania, el cual tenía muchos suministros.

Gil de Andrade informó de la presencia turca en el puerto de Lepanto y Juan de Austria ordenó apresurarse a los barcos que llegaban con retraso.

A pesar de todo, cuando al fin toda la flota estuvo reunida, no salió del puerto hasta el día 3 debido al mal tiempo aunque desde el día 1 estuvieron haciéndose el resto de preparativos.

El mismo día 3 a las 9 de la mañana, al llegar a Cabo Blanco, Juan de Austria ordenó que se llevaran a cabo los preparativos para la batalla.

Después, navegaron toda la noche hasta las 4 de la mañana, cuando llegaron a Fiscardo, donde se enteraron de que Famagusta había sido conquistada por los turcos y que habían degollado a sus habitantes.

Durante los días siguientes, la flota de la Liga Santa fue aproximándose poco a poco a Lepanto, procurando Juan de Austria enviar vigías tanto por tierra como por mar para estar constantemente informado de los movimientos de los turcos.

El comienzo de la batalla
Cuando la flota turca apareció en el horizonte, Juan de Austria mandó disparar una pieza de artillería junto con otras señales para indicar a sus hombres de que era el momento de atacar. Tras una arenga y una oración a Dios, Juan de Austria lanzó un disparo en respuesta al enviado por los turcos para pedir batalla.

La flota de la Liga Santa apareció por la brecha que había entre las islas de Kouhtsilaris y Oxia mientras que la escuadra de reserva entraba por el lado oeste de Oxia.

El viento cambió en ese momento favoreciendo la marcha de la flota católica lo que fue interpretado como una bendición de Dios.

Los barcos de los Habsburgo y del Papa eran los peor armados de toda la flota y quizá no fueron de tanta utilidad como los de Creta, Dalmacia y las Islas Jónicas. Los barcos venecianos contaban con los mejores remeros.

La flota turca rodeó a la católica por el flanco izquierdo pero allí será interceptada por la escuadra de Barbarigo que después fue apoyada por el grupo de Nápoles y Venecia y también por las diez galeras del español Padilla.

Mientras, Creta, Dalmacia y Cefalonia se encargaban de eliminar a la flota de Estambul que se habían encontrado de frente.

Los barcos del Papa y de Venecia se introdujeron por la brecha abierta en las líneas otomanas logrando rodear a parte de la flota turca.

Tras varios movimientos de ambas flotas, las embarcaciones más potentes quedan reunidas en torno a las naves capitanas: La Real de Juan de Austria y La Sultana de los turcos.

Ante la aglomeración de naves, no había demasiado sitio para llevar a cabo movimientos tácticos por lo que La Sultana se estrelló contra el lado de babor de La Real para que sus jenízaros abordaran el barco español.

Sin embargo, fueron eliminados rápidamente por la artillería. Durante una hora se produjeron varios combates en la cubierta de La Sultana mientras las galeras de ambas flotas no hacían más que enviar refuerzos.

El flanco izquierdo otomano se desplazará hasta el lado derecho de la flota cristiana logrando hundir algunas naves; el escuadrón veneciano estuvo a punto de ser aniquilado.

Sin embargo, Génova, Sicilia y Nápoles se unieron a la escuadra de Juan Andrea Doria y controlaron al resto de galeras sirias.

Consecuencias de la batalla de Lepanto

Las bajas del lado cristiano se contabilizan en 7.600 muertos y 14.000 heridos, entre los que se encontraba Miguel de Cervantes con su mano izquierda inutilizada.

Los cristianos capturaron a 5.000 prisioneros turcos y además, consiguieron la liberación de 12.000 cautivos. Por su parte, entre el bando otomano se contabilizaron entre 25.000 y 30.000 bajas.

La derrota de los turcos
A pesar de que los turcos tenían más naves que los católicos, la calidad de éstas era bastante inferior además de que portaban a menos soldados en su interior, lo que fue una de las causas de su derrota.

Por otro lado, mientras los católicos dispararon con arbacuces, los turcos preferían las flechas. Se estimaba que en el tiempo que un soldado cargaba un arbacuz, un arquero podía lanzar seis flechas pero está claro que el alcance y el daño es bastante inferior.

La artillería española no tuvo demasiado protagonismo en la batalla aunque sí es cierto que sirvió de mucha utilidad para romper la formación turca.

La victoria por parte de la Liga Santa en la batalla de Lepanto significó el comienzo del declive de la hegemonía de los otomanos en el mar Mediterráneo al detener su expansión en seco.

La noticia de este triunfo de la liga católica se extendió por toda Europa siendo muy bien recibida y se le dio el nombre de «la gran ocasión que vieron los siglos»

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