Se trataba de una tropa de 10.000 soldados de infantería; cuando uno moría, era reemplazado por otro dando la sensación de que su número nunca menguaba y, por tanto, eran inmortales.
Estaban considerados como la reencarnación de los dioses alados que servían al dios Ahura Mazda y por tanto, disfrutaban de ese carácter sagrado que les elevaba por el resto de ciudadanos persas.
A este prestigio se sumaba también el hecho de que todos ellos fueran de origen aristócrata, por lo que los Inmortales acababan situándose en lo más alto de la élite social.
Índice del artículo
- 1 El origen de los Inmortales de Persia
- 2 Organización de los Inmortales de Persia
- 3 Las armas de los Inmortales de Persia
- 4 Los Inmortales de Persia en la batalla de Maratón
- 5 Los Inmortales de Persia en la batalla de las Termópilas
- 6 Los Inmortales de Persia contra Alejandro Magno: la batalla de Issos
- 7 Ahura Mazda, el dios de los Inmortales de Persia
- 8 Vídeo sobre los inmortales
El origen de los Inmortales de Persia
El nombre de «Inmortales» procede del historiador griego Heródoto, quien los llamó los Diez Mil o Athanatoi, traducido literalmente como «inmortales».
Estos soldados no se denominaban a sí mismos de esa manera; se cree que se llamaban anusiya, que quiere decir «compañeros» y que se confundió con anausa, «inmortales».
Aún así, los reyes asirios solían recurrir a epítetos heroicos para referirse a sus tropas de élite así que cabe la posibilidad de que los persas hicieran lo propio con los Diez Mil.
Se cree que este pelotón de tropas de élite especiales fue creado por el rey Ciro II el Grande.
De entre ellos se escogía a los Melóforos o Portadores de Manzanas, ya que esta fruta aparecía en la base de las lanzas que portaban, la guardia personal del Gran Rey.
El cuerpo de Inmortales estaba formado íntegramente por aristócratas y se puede ver representado en los bajorrelieves del Palacio de Persépolis y también en los ladrillos de Susa así como en diversos sellos.
Organización de los Inmortales de Persia
Gracias a una narración de Heródoto en la que describe el ejército de Jerjes I podemos hacernos una idea de la organización de los Inmortales en cuanto a la marcha hacia la guerra.
En su relato, tras las tropas de lanceros y caballería que acompañaban al rey, desfilaban los 10.000 inmortales, soldados destacados de entre los persas.
Los Inmortales debían cumplir ciertos requisitos como, por ejemplo, tener una altura superior a la media, en aquellos tiempos 1,60 metros.
Recibían una comida de mejor calidad que la del resto de soldados y eran los únicos autorizados a ser acompañados por sus criados, esposas y concubinas en las caravanas que solían seguir las marchas de los ejércitos.
Las armas de los Inmortales de Persia
Las armas que portaban los Inmortales eran:
- Escudo de cuero y mimbre: tenía forma rectangular u ovalada y la mezcla de cañas trenzadas con el cuerpo lo hacían muy eficaz para detener flechas. Los Inmortales podían clavarlo en el suelo y usarlo como protección cuando se disponían a usar el arco.
- Lanza corta: tenía punta de hierro y un contrapeso en forma de granada, según cuenta Heródoto. Mil lanceros llevaban granadas de oro y los nueve mil restantes, de plata.
- Arco: solían llevar arco compuesto y flechas de caña con punta de bronce o de hierro. Tanto el arco como las flechas las llevaban en una especie de carcaj que servía para transportarlo todo en dos departamentos distintos, el gorytos, heredado de los escitas. Este gorytos, además, no se llevaba colgado al hombro sino de la cintura. Heródoto cuenta que el gorytos estaba recubierto de piel humana, de ahí su color blanquecino. Las puntas de las flechas podían llegar a tener de tres a cuatro filos y estaban huecas, lo que las hacía más ligeras. Servían para atacar a objetivos sin armadura. Era frecuente el uso de flechas incendiarias.
- Espada corta: la espada que usaban era la makhaira o majáira, un arma curvada muy parecida a la falcata de los íberos y que tenía origen griego, aunque fue usada por varios pueblos de Europa del Este y Oriente Próximo.
- Hacha: la sagaris, un hacha con mango largo, era de origen escita y tenía una hoja muy cortante y de bastante peso. Además de la sagaris, usaban otro tipo de hacha más ligera que podía blandirse con una sola mano y era usada tanto por infantería como por la caballería. Era raro que los Inmortales llevaran hacha en el ataque.
El resto de su equipo se complementaba con una especie de gorra de fieltro, un paño que les cubría el rostro y una túnica larga bordada con insignias bajo la que se ponían un pantalón de cuero.
Las mangas de la túnica se decoraban con cintas de tela que se cosían con hilo de oro en sentido horizontal o vertical. Los pantalones también se decoraban con una cinta sobre la costura que recorría la pierna a lo largo.
No usaban coraza; se cree que se cosían placas de bronce sobre una armadura de cuero endurecido tipo brigantina.
La parte inferior de esta armadura tendría cortes a modo de flecos para facilitar el movimiento de las piernas durante la batalla.
Por último, calzan botas enrolladas con tiras de cuero que cubren el tobillo y hacen las veces de cordones.
Los Inmortales de Persia en la batalla de Maratón
La Batalla de Maratón ocurrió en el año 490 a.C. y enfrentó al rey persa Darío I contra Atenas, ciudad que deseaba conquistar por haber participado en la revuelta jónica.
Esta batalla dio fin a la Primera Guerra Médica y supuso la afirmación de la democracia ateniense como método de gobierno.
Los persas desembarcaron en la playa de la llanura de Maratón, a unos 38 kilómetros de distancia de Atenas, donde había terreno suficiente para desplegarse y usar la caballería.
Los atenienses salieron al encuentro de los persas para dificultar su movilidad al tiempo que enviaban a Fidípedes a solicitar refuerzos a Esparta.
Artafernes, un sobrino del rey Darío I, era el comandante del ejército persa de tierra.
Los Inmortales se mezclaron con otras unidades con las que no estaban acostumbrados a pelear; además, sus escudos de mimbre y las lanzas cortas les hacían vulnerables ante las tropas atenienses, mucho mejor preparadas para aquella batalla al menos en cuanto al cuerpo a cuerpo.
No se conoce bien cuál fue la estrategia que usaron los persas en esta batalla. Una de las teorías es que pretendían sacar a los atenienses de la ciudad para después rodearlos y acceder por mar al interior, lo que explicaría por qué no atacaron desde el primer momento.
Otra teoría es que ante la visión de los hoplitas, muchas tropas reembarcaron para intentar llegar por mar a la Acrópolis.
Se cree que los atenienses cargaron contra los persas cuando éstos reembarcaron a la caballería, su punto fuerte y la mayor dificultad ante la que deberían enfrentarse los hoplitas.
Otra teoría es que los persas lograron una posición defensiva desde la que sus arqueros representaban una grave amenaza para los atenienses.
Los hoplitas se lanzaron hacia los persas a la carrera, o al menos tan rápido como les permitían sus armaduras de 20 kilos de peso.
Seguramente esta celeridad se debía a la necesidad de superar cuanto antes la lluvia de flechas que los persas estaban descargando sobre ellos.
Cuando llegaron hasta las tropas persas, no les fue difícil hacerse con ellos ya que sus escudos de mimbre y sus lanzas cortas no ofrecían ninguna resistencia al férreo empuje de los hoplitas.
Las tropas laterales huyeron presas del pánico y tan sólo ofreció resistencia la infantería situada en el núcleo, es decir, los Inmortales entre otros.
Sin embargo, fueron atrapados por un movimiento de tenaza de los hoplitas y se vieron forzados a huir hacia sus barcos aunque casi todos fueron exterminados por los atenienses, que les persiguieron hasta el agua.
Los Inmortales de Persia en la batalla de las Termópilas
La Batalla de las Termópilas forma parte de la Segunda Guerra Médica enfrentando a las tropas persas de Jerjes I y a una coalición de ciudades griegas lideradas por Esparta. Tuvo lugar en el año 480 a.C. como una forma de responder a la derrota sufrida diez años antes en Maratón contra los atenienses.
En esta ocasión, Jerjes no quería conquistar una ciudad sino Grecia entera, por lo que los griegos decidieron impedir su avance en el estrecho Paso de las Termópilas o Puertas Calientes, nombre adquirido por los manantiales de agua caliente de aquella zona.
Sin embargo, al ser las Termópilas el único sitio de acceso a Grecia para el ejército persa, éste pudo ser bloqueado durante siete días. Por mar, la flota griega también había bloqueado el estrecho de Artemisio, en caso de que los persas quisieran buscar otro modo de entrar a Grecia.
Jerjes I envió un mensaje a Leónidas, líder de las tropas que bloqueaban el paso, ofreciéndole el título de Amigo del Pueblo Persa si les permitían el paso y también otorgándole tierras fértiles en las que establecerse.
Leónidas se negó y el embajador de Jerjes volvió a insistir en que entregaran las armas; ante la nueva negativa del líder espartano, Jerjes decidió atacar.
Aún así, esperó otros cuatro días creyendo que el abrumador número de soldados persas disuadiría a los espartanos de un combate, algo que no sucedió.
Mientras que la posición defensiva de los griegos era relativamente cómoda, la de los persas era más complicada debido a los problemas de abastecimiento de un ejército tan numeroso por lo que les convenía avanzar por el Paso de las Termópilas, escenario más favorable para los hoplitas espartanos ya que evitaba que fueran rodeados por una cantidad tan ingente de soldados persas con armamento y equipo más ligero.
La táctica de los persas consistía en lanzar una primera oleada que abrumara a los griegos y si no funcionaba, enviar a los Inmortales, aunque no resultó ser demasiado eficaz ya que los hoplitas presentaban estrategias y armamentos muy diferentes de a lo que estaban acostumbrados los persas.
La falange pareció ocupar fácilmente los 100 metros de ancho del Paso de las Termópilas y contra eso, los escudos de mimbre y las lanzas cortas de los persas no fueron de utilidad, tal como había ocurrido diez años antes en la Batalla de Maratón.
Además, las tropas de las distintas ciudades griegas iban rotando del frente a la retaguardia para prevenir la fatiga mientras los soldados persas iban cayendo a sus pies.
El segundo día, Jerjes I fue informado por Efialtes, un traidor griego, de la existencia de un paso montañoso a través del cual podrían atacar a los griegos desde atrás.
El rey persa envió por allí a sus Inmortales junto con otras tropas hasta un total de 20.000 hombres. Sin embargo, Leónidas había apostado allí un campamento cuyos hombres se percataron al amanecer de la llegada de los Inmortales.
Los Inmortales atacaron con flechas a estos soldados sin detener su marcha y Leónidas decidió permanecer en el Paso de las Termópilas con sus hombres mientras los contingentes de otras ciudades elegían retirarse ante el avance persa. Junto a los famosos 300 de Leónidas permanecieron 700 tespios y 400 tebanos.
Cuando los Inmortales superaron el paso de montaña, Jerjes I hizo una libación y puso en marcha al resto de su ejército. Ante la llegada de los Inmortales, los griegos se parapetaron tras una colina aunque finalmente acabaron siendo acribillados por las flechas persas.
Los Inmortales de Persia contra Alejandro Magno: la batalla de Issos
La Batalla de Issos tuvo lugar en el año 333 a.C. y enfrentó a los macedonios de Alejandro Magno contra los persas de Darío III. Las tropas persas habían entrado en Issos acabando con la guarnición que Alejandro Magno había dejado allí y cortando también sus suministros por lo que el líder macedonio decidió presentar batalla aunque los persas les superaban en número.
Arriesgando su propia línea de combate, Alejandro lanzó a su caballería para romper las filas persas, situación que Darío III no supo aprovechar.
El flanco derecho de los persas había resistido el embate de la caballería macedonia pero al ver huir al resto del ejército, hizo lo mismo.
Esta batalla supuso el comienzo del final del poderío del ejército persa, que fue vencido por primera vez bajo el mando del rey Darío III. Además, la esposa, la madre y las hijas del rey persa fueron capturadas tras la batalla, desposándose el propio Alejandro Magno con una de las hijas, Barsine.
Ahura Mazda, el dios de los Inmortales de Persia
Ahura Mazda era el dios supremo de los persas, regente del cielo, el fuego y la luz. El poder de los reyes persas descendía directamente de esta divinidad por lo que su autoridad era absoluta y eran tratados como dioses. No tiene imagen así que no existen representaciones concretas de este dios.
Es hijo de Zurvan, el dios del Tiempo, quien había dictaminado que el primero de sus dos hijos en nacer sería el que gobernara el mundo. Ahura Mazda se lo dijo a su hermano, quien se adelantó presentándose ante su padre.
Éste, al ver la maldad en él, se echó a llorar.
Ahriman trató de atacar a Ahura Mazda con sus demonios pero éste se defendió enviándolo a la oscuridad. Después, creó al primer hombre, Gayomart, quien fue nombrado sacerdote del fuego.
Sin embargo, Ahriman no se dio por vencido y atravesando el cielo con una llamarada, trajo al mundo el hambre, la enfermedad, el dolor, la lujuria y la muerte.
Infectó el mundo y secó la tierra volviéndola yerma, por lo que Gayomart, el primer hombre creado por Ahura Mazda, murió.
Después, atrapó en su propia creación a Ahriman de forma que éste permanecerá haciendo el mal hasta el fin de los tiempos. Ahura Mazda lo combate constantemente con la ayuda de otros siete dioses, entre los que se encuentra Mitra.
Cuando llegue el fin de los tiempos, Ahura Mazda vencerá a Ahriman con la ayuda de Saoshyant y el mundo volverá a ser puro. Saoshyant nacerá de una virgen fecundada con el esperma del profeta Zaratrusta o Zoroastro, quien recibió las enseñanzas directamente de Ahura Mazda.
La gente dejará de comer y beber hasta vivir del aire. Tras la expulsión de Ahriman de la creación, el mundo comenzará de nuevo pero esta vez, será perfecto.
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