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El Santo Grial, el mayor misterio de la historia.

Como seguramente le sucedió a otros, la leyenda del Santo Grial me llegó por medio de las películas. La primera que recuerdo, fue en The Search for the Holy Grail (En Busca del Santo Grial, en España, Los Caballeros de la Mesa Cuadrada), de los geniales Monty Python. Más tarde, Indiana Jones y su padre se unieron a la búsqueda en la tercera entrega de la serie.

Por si fuera poco, Dan Brown se inventó una nueva historia alrededor del mito, y la plasmó en su fantasiosa y exitosa obra El Código Da Vinci. Os podría dar más ejemplos, pero creo que ya tenéis la idea.

En cualquier caso, todo el mito que rodea al famoso Santo Grial comienza con un romance inconcluso de finales del siglo XII. De ahí, han surgido numerosas versiones y ramificaciones de la leyenda que, como suele suceder, algunos creen es una historia real.

El origen

Chrétien de Troyes es el autor de Perceval, el cuento del grial. Se trata de una novela en forma de verso, que relatan las aventuras de Perceval, un joven galés que busca en convertirse en caballero, y de Gawain, sobrino del Rey Arturo y uno de los caballeros de la Mesa Redonda.

Ambas historias son independientes, y ambas están sin terminar. De Troyes llegó a escribir 9,234 versos, pero su muerte le impidió continuar. Sin embargo, otros autores añadieron casi 50,000 versos más durante el siguiente medio siglo, con múltiples tramas y ramificaciones. De ahí que la historia sea algo confusa.

Para lo que nos importa, es en el relato de Perceval que por primera vez se menciona al grial, sin el adjetivo de santo, y con minúscula.

Perceval y el grial
En uno de sus viajes, Perceval conoce al rey pescador, o el Rey Tullido, en cama permanentemente por sus heridas. En la estancia del rey, Perceval es testigo de cómo dos jóvenes varones y una chica entran y salen de la estancia, los primeros con una lanza con sangre, y un plato con una hostia, y al final, la joven con un grail, probablemente una copa o cáliz. La lanza representa la que le fue clavada a Jesucristo en la cruz, el grial el que José de Arimatea utilizó para recoger la sangre de sus heridas, y el plato es la patena que se utiliza en la eucaristía.

El Santo Grial

Sólo unos años después del trabajo de de Troyes, entre 1191 y 1202, el también poeta francés Robert de Boron publicó José de Arimatea. En ella cuenta cómo este conocido de Jesús recoge el cáliz utilizado en la última cena, y lo lleva al Monte Calvario para recoger la sangre de Cristo en la cruz.

Arrestado por ser considerado uno de los discípulos, José recibe la visita de Jesús resucitado, que le explica el valor simbólico y sagrado del grial. Una vez liberado, José dedica el resto de su vida a buscar a alguien para que guarde y proteja el grial. Es en este romance en el que por primera vez se refiere al grial como “santo”.

A partir de ahí la leyenda toma vida propia, de la mano de muy diversos autores. La mayoría, no obstante, narra el mito del Santo Grial desde dos puntos de vista, el de los Caballeros de la Mesa Redonda, que buscan el grial, y el de José de Arimatea, y de aquellos que lo guardan y protegen.

La búsqueda del Santo Grial

Hay muchos ejemplos de trabajos de ficción que terminan convirtiéndose en leyendas, y que algunos dan por historias reales. La Atlántida es un buen ejemplo, y la búsqueda del Santo Grial, otro.

Pero hasta ahora, aparte de los libros antes mencionados, no existe ninguna evidencia de que el Santo Grail haya salido de Palestina, y se hubiese convertido en un objeto de deseo y poder.

Eso no ha evitado que decenas, si no cientos de aficionados y profesionales hayan dedicado su tiempo y recursos en la búsqueda de la santa reliquia.

De los Caballeros Templarios hasta Robert Langdon, el personaje principal de El Código Da Vinci, pasando por Indiana Jones y los nazis, son incontables los que se han dejado la piel, y la vida para obtener los supuestos poderes del Santo Grial.

Y es que la mencionada copa, al haber contenido la sangre de Cristo, y siempre según la leyenda, tiene poderes de curación. Aquel que beba del cáliz será sanado, gracias a la fuerza mística, sagrada o mágica que le confiere el grial.

Jose de Arimatea

Este importante miembro del Consejo Judío de Galilea, aparece en el Nuevo Testamento como el probable dueño de la casa donde se celebró la Última Cena. Fue él quien la organizó, y fue él quien puso a disposición de los comensales el célebre cáliz.

También fue José de Arimatea quien recogió la Sangre de Cristo en la cruz, y quien obtuvo permiso de Poncio Pilatos para disponer del cuerpo y enterrarlo como mandaba el rito judío. Poco después fue encarcelado,y fue a prisión con el grial en su posesión. Supuestamente la magia de la copa le ayudó a mantenerse sano y salvo mientras cumplía su sentencia.

Ahora bien, según las diversas leyendas, José no era un judío cualquiera. Supuestamente era un hombre que había amasado una fortuna con el comercio, pues era dueño de varios barcos. También según la leyenda, viajó en uno de esos barcos hasta las Islas Británicas, donde encontraría quien cuidara del Santo Grial, y donde pasaría sus últimos días.

La conexión con el Rey Arturo

Si bien solemos pensar en la leyenda del rey Arturo como un cuento medieval, es más posible que el mito se iniciara mucho antes, en tiempos de la caída de Roma. De hecho, se cree que Arturo fuese un antiguo soldado romano.

Entonces la conexión entre José de Arimatea y Camelot no sería tan lejana, tan sólo unos 400 años. Y estando ambos en el mismo país, todo es posible. Eso sí, de ahí que algunos puntos coincidan a que todo sea verdad hay un largo trecho.

Los Caballeros de la Mesa Redonda y el Santo Grial

Según la Leyenda del Rey Arturo, una bella mujer se acercó a su Castillo, y pidió a Sir Lancelot (Lanzarote) que le siguiera. Llegaron a un convento en el bosque, y ahí, las monjas le pidieron al caballero que hiciera caballero a otro joven, el futuro Sir Galahad, que pronto se unió a la Mesa Redonda.

De vuelta en Camelot, el Rey Arturo convocó a sus caballeros a una reunión. Alrededor de la mesa se sentaron los presentes, y lo que sucedió es materia de leyenda:

“Poco después, apareció la imagen del Santo Grial, flotado sobre la mesa. Era una señal. Había llegado el momento en que Arturo y sus caballeros debían buscar el Grial»

En la aventura que siguió, Galahad mostró ser el más grande caballero de todos los tiempos. Mientras que su padre había sido carismático y encantador, Galahad era puro de corazón, y resistente a cualquier tentación, para poder perseguir sus ideales más sagrados.

Pero a los Caballeros de la Mesa Redonda no se les dio muy bien la búsqueda. La mayoría terminó herido o muerto, y ninguno encontró el Santo Grial. La leyenda concluye que los caballeros de Camelot simplemente no eran lo suficientemente valedores.

Menos mal, porque si lo encuentran se acaba la leyenda.

Los Cátaros

Otra versión del cuento afirma que, en algún momento de la Edad Media, el Santo Grial viajó a Francia. Ahí, fue recibido por los cátaros, un grupo de cristianos que se consideraba especialmente puro, y que había logrado cierta influencia en Languedoc, al sur de Francia.

El secreto de los cátaros
Como los cátaros no estaban muy bien vistos por la iglesia en Roma, eran muy dados al secretismo. No era algo anormal en las sociedades de entonces, pero por alguna razón alguien creyó que los cátaros se ocultaban porque querían proteger al Santo Grial en su custodia.

No hay ninguna prueba al respecto, excepto una pintura en una cueva de la zona, en la que se representa a algo que parece el Grial, y a otro de los elementos de la leyenda, la lanza sangrante.

Fin de los cátaros

En 1209, el Papa Inocencio III decidió acabar con esta escisión del cristianismo, y mandó un contingente de tropas a sus castillo en Carcassonne y en el pueblo de Beziers, que protegía a un buen número de cátaros.

Después de largos sitios, ambas posiciones fueron rendidas, y sus ocupantes pasados por la espada. Eso sí, algunos pudieron escapar, cuenta el mito, llevándose consigo los documentos de la congregación y el Santo Grial.

A la zona llegaron también los Caballeros Templarios, que construyeron un castillo en un valle cercano. Nadie sabía por qué los del Temple habían elegido un lugar tan difícil de defender, y con tan mala posición estratégica. A los habitantes les dio por pensar que la única razón para construir el castillo era proteger el Santo Grial.

Los Nazis

Pasaron los siglos y nadie dio con la dichosa reliquia. Y no porque no la buscaran. Entonces, un grupo muy dado al esoterismo y la astrología, los nazis, se unieron a la cacería del santo objeto.

Heinrich Himmler, jefe de las Schutzstaffel (SS), era supersticioso como pocos. No sólo eso, sino que buscaba dar a su patulea de matones vestidos de negro, un origen místico. Para ello, estableció un cuerpo, la Deutsches Ahnenerbe, compuesto de arqueólogos y antropólogos. estos se repartieron por el mundo en la búsqueda de reliquias. El libreto de Indiana Jones no era completamente inventado.

En octubre de 1940, aprovechando su viaje a España para preparar la reunión entre Hitler y Franco, el mismísimo Reichsführer se trasladó a Barcelona, y de ahí al Monasterio de Montserrat. Según Himmler, “todo mundo en Alemania sabía que el Santo Grial estaba en Montserrat”. Lo malo es que en el monasterio catalán nadie sabía nada.

Otto Rahn

Uno de los más célebres buscadores del Santo Grial también era alemán. De hecho, llegó a ser Primer Teniente en las SS de Himmler, aunque murió antes incluso de que empezara la guerra.

Otto Rahn era un esotérico por convencimiento propio. Su mayor interés estaba en estudiar a los cátaros, y en 1931, viajó a la región de los Pirineos en el sur de Francia. Quería encontrar lo que él creía era una conexión entre el misterio del Santo Grial en manos de los cátaros, y la novela Parsifal, de Wolfram von Eschenbach.

Ahí se entrevistó con la que había sido la asistenta de Berenger Sauniere en el pueblo de Rennes-le-Château. Siendo el cura del pueblo, Sauniere se había enriquecido rápidamente sin que nadie supiera cómo. Algunos especularon que había encontrado el Santo Grial, y sus poderes eran el origen de su fortuna.

Otto Rahn, siendo homosexual, se metió en problemas con las SS, y luego con la Gestapo. Su cuerpo fue encontrado congelado en el Tirol austriaco, y también se ha especulado con que él había heredado el secreto de Sauniere. Esta historia, por cierto, fue la inspiración para El Código Da Vinci

No hay nada como una buena leyenda

El ser humano es, casi por naturaleza, curioso y dado al misterio. Además, estos últimos son un buen negocio. Sólo hay que ver la extensa literatura relacionada con el Santo Grial, sin contar las películas. Lo mismo sucede con otras famosas leyendas, como la Atlántida y el Dorado. Si sobreviven, es en parte porque hay gente interesada en ello.

Pero la realidad es que, al igual que todas las buenas leyendas, nunca se ha encontrado ninguna evidencia para probar su existencia. Todo lo que hay son escritos que muy probablemente eran de ficción. De ahí, es muy fácil encontrar y utilizar pruebas circunstanciales y medias verdades para estirar el mito.

Esto no quiere decir que el Santo Grial no haya existido, o que al menos partes de la leyenda sean reales. Lo que sí es cierto es que no hay nada probado, y que la leyenda del Santo Grial pervive y pervivirá por mucho tiempo. No hay nada como una buena leyenda para despertar la curiosidad del hombre.

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