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La higiene en la en Edad Media

Suelen enseñarnos en la escuela que, el periodo conocido como la Edad Media, fue una etapa oscura de la civilización europea. Suelen enseñarnos también que los europeos de la Edad Media eran bastante sucios.

la higiene en la edad media

Después de la magnificencia y zenith de la cultura romana, el ocaso del Imperio Romano hizo que se perdieran muchas de las buenas costumbres de la Ciudad Eterna.

Una de esas costumbres, alimentada por una tecnología avanzada, era el agua corriente. Roma fue la primera ciudad en la historia con un suministro constante del precioso líquido a sus ciudades. Sus fastuosos baños son testigos de ello.

Muchos de aquellos avances sí cayeron en las alcantarillas de la historia, entre ellos el agua corriente. Y claro, la higiene sufrió. Para cualquiera que viva en una ciudad occidental del presente, las prácticas higiénicas del medievo bien podrían parecerles asquerosas. Me incluyo.

Pero la realidad es que tampoco era para tanto. Sí, comparados con nuestra civilización actual, nuestros ancestros caballeros, señores feudales y siervos eran bastante sucios, pero tampoco es que todos fueran unos guarros. Había de todo, y el dinero no era la línea divisoria.

Para darle un hilo conductor a esta entrada, voy a centrarme en cuatro aspectos de la higiene durante la Edad Media:

La tecnología

El hogar

La higiene personal

La basura

Tecnología: ¿Adiós acueductos?

Aquella tecnología que permitió a los romanos tener agua corriente fueron los acueductos, esas magníficas construcciones estaban perfectamente diseñadas para llevar agua de regiones lejanas a la capital. El grado de inclinación era calculado para que el líquido no corriese a demasiada velocidad, pero también para que no se detuviera nunca el flujo.

Como podemos ver en muchas ciudades europeas, aún existen muchos de esos acueductos. Algunos de ellos, de hecho, se utilizaron hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial. El hecho dice mucho de las construcciones romanas, y de la gran utilidad que les daban.

¿Por qué se dejaron de usar los acueductos?
Y sí, los acueductos estaban muy bien construidos, pero entonces, ¿por qué en la Edad Media cayeron en el desuso? La respuesta está en que necesitaban mucho mantenimiento. Había que limpiarlos constantemente y repararlos cuando el tiempo o la intemperie los dañaban. Durante el medievo, la desorganización de los diversos estados y la prioridad por hacer la guerra, provocó el abandono de muchos acueductos, y las ciudades se quedaron sin agua corriente. Y sin agua, no hay higiene.

Tecnología: Fontanería

Por lo general, las viviendas y castillos de la Edad Media carecían de un sistema de tuberías para el agua. Si acaso se le añadían a posteriori canales para el desagüe. Poco a poco, sin embargo, al mismo tiempo que se fueron añadiendo habitaciones privadas para el aseo, se instalaron sistemas primitivos de tuberías, aunque el agua terminaba no en un sistema de alcantarillado, sino directamente en la calle.

En las viviendas más pobres la situación era peor. La gente hacía sus necesidades fuera de la vivienda, en cualquier lugar que encontraban. En algunas ciudades del norte de Europa, las menos influenciadas por los romanos, se cavaron canales en las calles principales, pero el agua sucia corría al aire libre.

Sólo después de las devastadoras consecuencias de la peste bubónica, la gente comenzó a sospechar que la higiene tenía alguna conexión con la enfermedad. Aquellos que contaban con los recursos, añadieron baños privados. Pero a nivel público poco se hizo.

El hogar

Dependiendo de dónde vivían los habitantes, el interior de los hogares variaba. En un castillo, el piso era de piedra, y podía limpiarse más fácilmente. No quiere decir esto que pasaran la mopa todos los días, pero sí que al menos pudieran limpiar cuando se derramaba algún líquido o caían sólidos.

Si vivías en un castillo, seguramente contabas con un orinal, un contenedor de cerámica o metal en el que podías hacer tus necesidades, especialmente de noche, y que por la mañana se vaciaba en la calle. Estos objetos se utilizaron en la mayor parte de Europa hasta bien avanzado el siglo XX, y probablemente aún se utiliza en algunos hogares.

En una vivienda más humilde, los suelos solía estar cubiertos de juncos. En ocasiones se añadían hierbas aromáticas, como la lavanda, para tapar los malos olores. El problema era que muchas veces esos juncos no se cambiaban en años, y sólo se añadían nuevos encima. Basura, vómitos, derrames y orina de humanos y animales quedaban atrapados bajo las nuevas capas, produciendo enormes cantidades de bacterias.

Para hacer sus necesidades, los más humildes simplemente salían al campo o las hacían detrás del hogar. En cualquier caso, las moscas y otros insectos se daban un festín. Para la gente de menos recursos, la tecnología en materia de higiene del hogar llegaría mucho después del final de la Edad Media.

Hogar: Le toilette

En aquellos palacetes y hogares pudientes, ya avanzado el medievo, se comenzaron a construir letrinas y lavatorios. Eran muy primitivos, y dentro sólo había un agujero, con una silla o una tabla encima para que el aspirante al trono se pudiese sentar. Abajo, un orinal, y sólo en los castillos más modernos había un desagüe directo.

En ocasiones, dichos lavatorios estaban integrados en los muros del castillo de manera que quedaban “volando” sobre el exterior. Así, el producto del momento más privado, caía directamente sobre el exterior, ya fuese la calle o el foso del castillo.

Sin papel higiénico
Hay que mencionar que el papel higiénico no existía, y que si acaso los usuarios de las letrinas se limpiaban, lo hacían con algún trapo, lana, o con musgos u hojas secas. Más tarde, cuando se instalaron tuberías, empezarían a utilizar agua. Eso sí, los reyes y nobles más ricos tenían a un sirviente que se encargaba de limpiarles el trasero, el “Gentilhombre del Excusado”.

Hogar: La fosa séptica

Básicamente, un agujero en el que se vaciaban los contenidos de los orinales, o donde la gente directamente hacía sus necesidades. Se suponía que debían ser vaciadas regularmente, pero más a menudo simplemente las fosas sépticas sólo se tapaban con tierra. Su poca profundidad era una desventaja, pues con las lluvias la materia fecal solía volver a la superficie.

Aún cubriéndose, si se cavaban fosas sépticas cada determinado tiempo, el jardín o los alrededores de la aldea terminaban convirtiéndose en verdaderos campos de minas. Las fosas sépticas eran uno de los principales focos de infección durante la Edad Media.

La higiene personal

En principio, los moradores de la Edad Media se lavaban con cierta regularidad. Incluso los más pobres, contaban con los ríos, aunque era muy común tener un barril en el hogar para darse un baño de vez en cuando. Claro está, sólo los ricos podían permitirse bañarse con agua caliente, pues la leña era un recurso muy preciado.

En todos los entornos económicos, antes de comer la gente solía lavarse las manos. Seguramente no lo hacían por cuestiones de higiene, sino por ser prácticos. Lo normal es que tuvieran las manos llenas de tierra, o de algo peor, y nadie quería contaminar la comida con sabores extraños.

Llegó el jabón
Los cruzados, al volver de Tierra Santa, trajeron consigo un gran invento para mejorar la higiene personal, el jabón. Este material hecho con grasas y un álcali, no sólo mataba buena parte de las bacterias, sino que dejaba la piel suave. Fue un éxito inmediato en Europa, aunque no todo el mundo podía permitírselo.

Eso sí, como el baño no era diario, ni siquiera para los reyes, los aromas naturales del cuerpo aumentaban con los días. Para contrarrestar su efecto, los nobles acostumbraban llevar un saquito colgado al cuello. Dentro, diversas hierbas aromáticas o pétalos de flores, que de vez en cuando se llevaban a la nariz.

Higiene personal: Los dientes

A juzgar por el mal estado de las dentaduras encontradas en restos humanos de la edad Media, parecería que nuestros ancestros no cuidaban su dentadura. Es verdad sólo hasta cierto punto. No tenían pasta de dientes ni enjuagues bucales, ni dentistas que pudieran tapar las caries. Pero si se lavaban los dientes ya fuese con un trapo, o algún tipo de abrasivo, como cenizas de romero.

No obstante, los dientes requieren de mucho mantenimiento para conservarlos sanos, y era muy común que la gente los perdiera a una edad muy temprana. Lo peor es que aún no se habían inventado los implantes artificiales, y en todo caso, se pegaban el diente de algún muerto.

Por cierto, los romanos utilizaban la orina para blanquearse los dientes y lavar la ropa, costumbre que continuó durante muchos siglos, y aún perdura en alguna culturas. La orina contiene amoniaco, y dicha sustancia es muy eficaz, por rara que nos parezca.

Higiene personal: Sustancias

Nuestros abuelos caballeros y damas no contaban con desodorantes. Pero prácticamente todas las civilizaciones de la antigüedad tenían algún tipo de perfume, ya fuese hecho con agua o con aceites. También había ungüentos preparados con crema o aceite, y siempre con hierbas aromáticas, como la consabida lavanda, la manzanilla o pétalos de flores. Lo importante era tapar los olores naturales.

Claro está, ni en la antigüedad ni en la Edad Media, el perfume era un producto para todos, debido a su alto coste. La industria del perfume no surgió hasta ya terminada la Edad Media, y no fue sino hasta entonces que los precios fueron más asequibles.

Higiene personal: La ropa

Son célebres algunos personajes de la historia, cuyo gusto por cambiarse de ropa era nulo. Entre ellos, y ambos posteriores a la Edad Media, la reina Isabel I de Castilla y España y el rey James VI de Escocia. La primera, se dice que no se cambiaba la camisa en meses, y el segundo, no se cambiaba nada, y dormía siempre con lo puesto.

La mayor parte del pueblo no tenía varias prendas en el armario para cambiarse constantemente. Eso no quiere decir que no se cambiasen, o que no lavaran la ropa. Con excepciones, la gente del medievo lavaba la ropa al menos una vez por semana, o más si fuese necesario. Probablemente la razón no era la higiene, sino el aspecto, pero no hay duda de que se cambiaran de vez en cuando.

Hasta la Revolución industrial, la ropa era hecha a mano, y muy cara. Pocos podían permitirse más de un par de prendas, pero sí las lavaban.

La basura

Casi con seguridad, la mayor fuente de infecciones para los habitantes de la Edad Media estaba en la basura. A pesar de que no había plásticos y el papel no se desperdiciaba, ya entonces pueblos y ciudades producían ingentes cantidades de basura.

Gestión de basuras
¿Y qué hacían con ella? Poco, como mucho tirarla en la calle, donde los animales podían consumir la materia orgánica. Esta incluía, por lo general las pocas partes de un animal que no se consumían, y probablemente restos de frutas y verduras. Si a eso le añadimos excrementos de animales domésticos, tenemos la receta perfecta para la composta, y para miles de moscas y las enfermedades que transportan.

Las calles, caminos, ríos y estanques estaban permanentemente cubiertos de basura. A nadie parecía preocuparle, y no existían servicios públicos de limpieza. El aire, especialmente el de las ciudades, era irrespirable, y muy dañino para la salud.

No fue sino hasta después de la peste, que la gente comenzó a tomar consciencia de la basura, y limpió sus casas y calles. Para entonces, desgraciadamente, ya era demasiado tarde para algunos.

Higiene en la Edad Media, ni tanto que queme al santo…

La higiene en la Edad Media no alcanzó los niveles acostumbrados en Roma o en otros pueblos de la antigüedad. Eso no quiere decir que los habitantes del medievo no cuidaran su higiene, algo sí. Más que nada, la falta de sanidad se debía a la pérdida de ciertas infraestructuras y al desconocimiento de las causas de la enfermedad.

La tragedia provocada peste bubónica dio una pista a la ciudadanía, que poco a poco hizo cambios en sus costumbres, alertas a la posibilidad de que la basura fuese la causante.

En resumen, la Edad Media no se distinguió por su higiene, pero tampoco fue una época tan sucia como se suele pensar. Todo depende de la comparación, y del punto de vista del observador. Ni tan limpios como debían, ni tan sucios como pensamos.

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